Bichos

 Nos invaden. No tienen las ínfulas de una plaga bíblica, pero de un modo silencioso, bichos de diferente índole, se despliegan por nuestro entorno.

 Mosquitos que pueden transmitir el dengue, avispas asiáticas, chinches que multiplican su presencia a consecuencia de las altas temperaturas... los insectos son protagonistas, cada vez más.

 La convivencia con estos minúsculos seres vivos es un hecho desde siempre, pero la proximidad al hombre y los riesgos que puede conllevar una picadura de alguno de estos insectos, genera una preocupación cada vez mayor.

 Se acrecienta la sensación de carencia de inmunidad, abocados a encontrar nuevos remedios para, al menos, ahuyentar a tan incómodos convecinos. Hasta cinco casos de picadura del mosquito mosquito Aedes aegypti, se han documentado en España, en personas que se han infectado sin haber visitado alguna de las zonas conocidas de transmisión, como atestiguan la Unidad de Medicina Tropical del Hospital Virgen de la Arrixaca en Murcia o el Centro Nacional de Microbiología.  

 Cuando era niño me fascinaba la mosca tsetsé, transmisora de la enfermedad del sueño; ingenuidad infantil, hasta me hacía gracia la posibilidad de que me picase una y así quedarme dormido por días, lo que más me gustaba del mundo, como si aquella mosca portara alguna suerte de somnífero y no un parásito, el tripanosoma, capaz de invadir el sistema nervioso central. Con los mirada de un adulto ya no hace tanta gracia, como indican las autoridades sanitarias, que vigilan que el mosquito no cruce el estrecho de Gibraltar desde África, desde hace ya algún tiempo.

 Seguimos en la misma senda, con las mismas preocupaciones, esas que llegaron a nuestras vidas en marzo de dos mil veinte para quedarse, al parecer por bastante tiempo. Sean en forma de virus o como fruto de una picadura de insecto, el peligro viene de lo más minúsculo. Enemigo casi invisible con el que toca lidiar.