Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




lunes, 9 de octubre de 2023

El espíritu del abuelo Domingo

 Era conductor y mecánico profesional, adoraba los coches y los cuidaba con un mimo extraordinario.

 Tuvo varios a lo largo de su vida. El último, un Simca 1000 de color blanco, en aquellos tiempos en que el motor de los coches estaba por detrás y el maletero, por delante.

 Era el coche de los domingos; con él íbamos al campo el año que mi hermano Jorge y yo convivimos con mis abuelos; todo un año de mi infacia separado de mis padres y resto de hermanos, viviendo en ciudades diferentes. 

 Sentado siempre tras él, iba indicándome las señales de tráfico, el sentido de las líneas pintadas en el suelo y cuando permitían cambiar de carril y cuando lo prohibían. Ya con ocho años sabía lo que era un badén, un cambio de rasante o una luz de gálibo.

 Adoro los coches desde siempre, aunque no haya conducido hasta hace muy poco; buena parte de la culpa de eso la tiene mi abuelo Domingo.

 El otro día volviedo a casa por la M-423, conduciendo por mi carril derecho a una velocidad más que prudente, observaba como una retahila de coches me adelantaba, conductores con prisas por llegar; yo al igual que él llevo a rajatabla los límites de velocidad, sin importarme que me llamen tortuga al volante.

 Cosas que acabamos haciendo como nuestros antecesores. Cuántas ha heredado uno, casi sin saberlo. Mientras observaba a mis compañeros de carretera pasarme a altas velocidades, yo me sonreía acordándome de mi abuelo y tocayo, mentor en tantas cosas y siempre presente en mi recuerdo.

 

 

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