Error de refracción, que nubla la capacidad de visualizar lo más pequeño. Terror de las personas de mediana edad. De ser independientes a tener que usar unos binóculos para poder acceder a la información escrita. De manual.
Dependencia, la primera de muchas que arrecian con el paso de los años. Salir de casa sin gafas en el zurrón es arriesgarse a no alcanzar detalle de infinitud de cosas: ni ver una etiqueta de ropa, ni acertar a elegir un plato en la carta,nada. Como estar perdido en un lugar extraño. Desnudos ante un mar de datos por descifrar.
Como consuelo, queda el estilismo. Que viva el look de gafas de pasta o las que tienen impronta minimalista; titanio de vanguardia, cristales de precisión a prueba de niños y mascotas. Hacerse el interesante mirando por encima del puente mientras finges leer. Hacer de la necesidad virtud. Un hábito más.
Cosas de hacerse viejo, al fin y al cabo.
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