Círculos que cuadran. Una nueva mano, ésta blanca, regalo tras despido y abrazo por encuentro fortuito, antes de marchar. A partir de ahora, mano y llave serán miembros del mismo manojo, que abre y cierra el refugio.
Trasiego impenitente por carretera, horas eternas, por falta de variantes. Paisajes que se suceden. Del verde al llano misceláneo. Ahora entiendo a Rosalía y a su morriña.
De un sevillano me despedí y de otro sevillano me acordé vislumbrando estos campos tan monótonos a los que él, maestro, supo ponerle arte y música, con ese desparpajo que sólo el talento puede permitirse ofrecer.
Campos de Machado que ahora me acompañan en el retorno.
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