Era un runrún desde hace días y hoy se ha cumplido, fatalmente.
Un terrorista del ISIS se ha detonado la carga explosiva que llevaba encima, causando además de su muerte, la de al menos cien civiles afganos y doce marines estadounidenses. Era la crónica de unas muertes anunciadas, en el escenario central donde se mueve la actualidad: el aeropuerto de Kabul.
Asesinos ciegos, sedientos de sangre y muerte. Crueles hasta el punto de matar indiscriminadamente. Niños inocentes que deben su corta vida a la intransigencia y demencia de sus verdugos.
Veinte años perdidos. Nada ha cambiado. El mismo escenario de horror y miedo se dibuja en un presente que va mucho más allá de las fronteras de Afganistán. Mejor mentalizarse.
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