Vísperas de la partida. Tarde organizada al tran tran, y la maleta medio hecha. a menos de doce horas de la vuelta a la diáspora sureña.
Pongo a cargar el teléfono. Ese que no recibe mensajes ni llamadas desde hace días, por si acaso suena la flauta en el último momento. Lapsus de agosto en soledad. Parece que los calores estivales han terminado hasta con las opciones de hacer cosas, en un Madrid que parece un pueblo del oeste sin vida. Ni las chicharras cantan este año, después de la tala de árboles provocada por Filomena.
Fiaremos la rutina de vida social para septiembre, cuando las aguas vuelvan a su cauce, y vuelva el trajín a la gran ciudad.
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