A mano , sin ayudas de máquinas. Estropajo y jabón, y el pozo del fregadero inundado de cacharros, tan profundo y lleno de agua como sea posible. Abismo de género.
Y delante, un hombre. Nada más simbólico. Nada más rotundo.
Y llegó el día ansiado por muchos, pero que deja el cuerpo del peregrino sentido trastocado, como triste por llegar a su fín. Para el fin...
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