Noches de calor tropical, calimas que llenan la ciudad de polvo durante días, brumas que dejan las playas vacías, medusas de cuarenta kilos para que chapoteen con ellas los niños con sus palas. Y como colofón incendios que asolan sierras y localidades de interior.
En todos los casos existe un vaso comunicante que es el calor. Ese que viene recalentándonos en sucesivas olas.
Clima de extremos, como todo de un tiempo a esta parte. Ni los elementos se abonan a la moderación y al justo medio.
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