36 grados a la sombra y salgo a dar pedales. Apenas paso el Wanda y cuando comienzo la subida de Campo de las Naciones me da la pájara. Empieza dolerme la cabeza y la boca reseca, me pide un agua que parece caldo en el bidón. Paso Silvano y en Las Cárcavas hago un alto, a la altura de San Lorenzo. Apenas si me sostengo de pie.
Afortunadamente el ayuntamiento ha puesto en circulación las fuentes que bordean el carril bici. Maná de agua fresca que me reactiva al tiempo que peleo el chorro revitalizador con una marea de avispas. Me vuelve el color a la cara y las piernas recuperan energía. Decido hacer la vuelta por Arturo Soria.
Vuelvo a coger velocidad de crucero y al coger la acera bici de Institución Libre de Enseñanza. Me topo con una inundación. Cortada la calle por el reventón de una tubería, parece que Filomena hubiera vuelto de nuevo.
Tras el inevitable rodeo alcanzó por fin mi barrio y llego a casa. Miro el reloj y he invertido más de dos horas en apenas veinticinco kilómetros. Efectos del golpe de calor y de las reacciones a cámara lenta, de mi cuerpo baldado. Lección aprendida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario