Huelga

 No es habitual ver una convocatoria de huelga general por razones como la que han paralizado Israel en el día de hoy. La sangría de muertos que está llevándose por delante a tantos inocentes tiene horririzado incluso a los naturales del país hebreo.

 No es un arrebato pacifista, es una señal de hartazgo extremo, de manifestación de no poder más. La recuperación de otros seis rehenes asesinados y el temor de no encontrar con vida a los noventa y siete que aún quedan por rescatar, ha terminado por desatar la caja de los truenos.

 Llama poderosamente la atención, cómo determinados sectores habitualmente afines a los gobiernos, se han sumado a la paralización; así el sector bancario no trabaja hoy, ni las doscientas empresas más importantes del país; aeropuertos y otras instalaciones vitales se mantienen paradas ahora mismo.

 La evolución de las próximas horas puede que marque el devenir de un conflicto que no puede catalogarse de guerra, al ser mayor el número de bajas civiles que de soldados. El gobierno pende de un hilo y puede estar asistiendo a su defunción inminente.

 El poder de la sociedad civil, ese que tan a menudo trata de manejar y controlar el poder político se ve en cosas como ésta;  un gobierno está en el alambre, por confiar tan sólo en la vía militar un problema que requiere de otras vías de solución. Es hora de detener esta razzia, esta locura de furia y muerte y dar paso a la vía diplomática y pacífica; seguramente los rehenes estén más cerca de volver vivos a sus casas, si se sigue ese camino.