Érase una vez un pueblo, donde los niños jugaban en un parque, cerca de un castillo. En el jugaban a ser guerreros con su armadura y su espada, trepando por las almenas del castillo buscando la torre más alta, donde se escondía el malo, protegido por un dragón que escupía fuego en cuanto abrían las puertas de la empalizada.
Hasta que un día los niños se quedaron sin cuento y sin juegos, porque el parque había sido cerrado.
Una bruja mala, dueña de los terrenos que su abuelo y su padre habían cedido gratuitamente al pueblo, decidió hacer uso de sus derechos y reclamar los terrenos pidiendo dinero por la zona de juegos, que los vecinos no podían o no querían pagar.
Así fue como los niños del pueblo se quedaron sin castillo y sin juegos con los que alimentar sus sueños de infancia.
La bruja, Duquesa del Infantado y escritora, de la que he leido varios libros, de novela histórica española, amenaza con pleitear además, por la obtención del Castillo de los Mendoza, el castillo de verdad, conocido por ser el lugar donde se celebró el acto protocolario de la firma que oficializó la constitución de la Comunidad Autónoma de Madrid, allá por el año de mil novecientos ochenta y tres.
Cuento sin final feliz, al menos por ahora, en el majestuoso Manzanares el Real, a los pies de La Pedriza, en la Sierra de Guadarrama, junto a las aguas del Embalse de Santillana. Un sitio tan especial y maravilloso, merece que los niños, sigan pudiendo alimentar sus historias e imaginación, jugando al lado del castillo.
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