Todo un país pendiente de una sentencia judicial, conocida de madrugada, con tiempo suficiente para saltar a las portadas de todos los rotativos, a primera hora. Con el café de despertarse todo el mundo estaba al tanto de lo sucedido.
El nieto de Curro Jiménez, mítico personaje de la televisión española, ha sido condenado a cadena perpetua en Tailandia, lugar donde se produjeron los hechos.
Hijo y nieto de actores, el joven Daniel continuó la labor artistica de su linaje y ascendientes a través de los fogones, practicando sus artes culinarias en destinos exóticos.
Del cómo y el por qué de los hechos acaecidos ya habla la sentencia que justifica su fallo con pormenores. El crimen del cirujano plástico se salda con una sanción durísima en la que sólo cabe celebrar la ausencia de la pena capital, vigente en el país asiático.
Con esto debería quedar zanjada la noticia, reducida la información, aunque nada más lejos de la realidad. Si el caso lleva meses haciendo correr ríos de tinta, la resaca no va a dejar de estar a la altura de sus precedentes. Tenemos argumentos de prensa amarilla para rato.
Todo un negocio, pingües beneficios de los que es partícipe incluso el padre del reo, que cobra a precio de Jabugo cada entrevista referente al crimen de su vástago. Así hasta que otro acontecimiento tome el testigo o la cuestión deje de tener tirón mediático y languidezca hasta el punto de no ser rentable.
Sensacionalismo de usar y tirar. Sangre que vende, morbo a granel para llenar portadas y parrillas de programación en horario prime time.
Noticias que ya no informa, sino que alimentan instintos primarios. Carroña deluxe.
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