Volver a dormir en mi cama, en mi colchón blando y cálido, abrazado a mi almohada, habría sido suficiente para recuperar el confort y el descanso.
En cambio sentí frío.
Sentí frío en el corazón, el mismo que atenazaba mi cuerpo sobre el suelo de baldosas durante la espera.
Pero entonces estabas tú.
Tú con tu pelo me abrazabas, tu mano acariciaba mi cintura, tu respiración relajada y tranquila me dejaba casi en estado de trance. El aire que salía de tus pulmones acariciaba mi cuello, conseguiendo que perdiera la consciencia.
Dormimos en el sitio más incómodo, rodeados de gente, con ruído. Intimidad en medio del barullo.
Conseguiste hacerme tocar el cielo, como tantas otras veces.
He comprendido que el sitio donde esté es lo de menos.
Mi descanso eres tú. Mi refugio.
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