Jubilación

 Dice un estudio del que se hacen eco los medios, que retrasar la edad de jubilación, acelera las posibilidades de deceso antes de cumplir los setenta años.

 Empleando términos matemáticos, las opciones de muerte prematura son directamente proporcionales al retraso en la edad de terminar de formar parte de la sociedad activa.

 Alargar la vida laboral, permite al sistema ganar tiempo y recursos para hacer frente a las obligaciones contraídas, las de abonar una pensión después de toda una vida de trabajo. También reduce los gastos de un sistema de seguridad social, que lejos de proteger a sus afiliados parece ponerles todas las trabas posibles para ahorrarse los tratamientos médicos obvios de la tercera edad y sus achaques. 

 Esa es la crudeza de los números. Morir matando, fallecer estando aún en el trabajo es lo que conviene a las depauperadas arcas públicas cada vez más incapaces de hacer frente a unos gastos que la pirámide poblacional, cada vez más envejecida, multiplica año tras año.

 Quizá sea el momento de replantearse cosas como ciudadanos de a pie; desde luego es un sueño fallido el de pensar en una jubilación idílica con todos lo gastos básicos cubiertos y el ingreso de una pensión ganada a pulso tras muchos años de cotización. Los cuentos son cuentos y este, encima, se ha acabado.