De la infancia a la edad adulta, para terminar en la senectud, con esos periodos de paso que son la adolescencia y la madurez. Tres etapas para dar cuenta de una existencia.
Siendo sinceros, casi habría que catalogar la tercera como una vuelta a la primera, con sus gestos y reacciones más bien infantiles y por su dependencia, a cuenta de los requiebros que hacen del cuerpo una marioneta cada vez más ajena, llena de achaques.
Dos y no tres, etapas existenciales que cuadran el círculo de la vida; siendo un anciano, vuelve aparecer el niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario