De improviso, sin que nadie la esperase.
Con toda la indignidad que siempre le acompaña.
Con ese vacío rotundo, que deja sin habla, que inmoviliza, que hace que flaqueen las piernas a quien recibe la noticia.
A la salida de un bar, rodeado de compañeros, en medio del jolgorio, de risas y buen rollo.
Y de repente, cae la noticia, por teléfono; fría, increíble, como un mazazo. A bocajarro.
Así es como aparece la parca. Sin avisar, sin retarte a jugar una partida de ajedrez. Nunca dejará de impresionar ver como el fin de partida, carece de preparativo alguno. Llega, ejecuta y al que alcaza, se va. Así de duro, así de simple, así desde siempre.
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