Veo el reportaje que Iberdrola ha dedicado a la atleta paralímpica Eva Moral, y me viene al recuerdo un comentario de mi abuela hace años de resultas de ver a una chica en silla de ruedas: Qué pena, tan joven y tan guapa.
El comentario se las trae; igual que aquella vez con mi abuela, hoy día sigue estando muy presente y se escucha con cierta regularidad en charlas informales; incluso yo llego a pensarlo, aunque no lo diga. Y da que reflexionar, como si fuera doblemente lamentable la mala suerte que en la vida tienen algunas personas que sufren paralisis por enfermedad o accidente, porque tienen, además, belleza física.
Es una suerte de conmiseración extraña, porque en el fondo no quieres hacer de menos a otros que han sufrido esa misma mala suerte, y nos destacan por su aspecto. La cabeza que a veces es traicionera y saca al exterior ideas un tanto absurdas y peregrinas. No hay dos varas de medir la desgracia, ni es mayor ni mas destacable en unas personas que en otras.
Pensamientos a vuela pluma, sobre la visión moral corriente del común. Para darle una vuelta. El cuidado de las palabras, de lo que se dice, porque sin querer ofender a veces, puede hacerse mucho daño. Es triste dar pena, pero lo es aún más dar pena sin quererlo y ser un secundario, sin venir a cuento.
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