Kilómetros de calor, de piche que se derrite con cuarenta y dos grados a la sombra. Ni el receso en Guarromán alivia las calenturas del estío que pega con justicia.
Pasan los términos municipales, los límites provinciales, y los saltos de una comunidad a otra. Hasta tres territorios distintos en apenas algo más de quinientos kilómetros. Paisaje seco y árido, secarral monótono que luce orgulloso al compás de un Lorenzo inmisericorde.
Y así hasta que comienza el culebreo de periferia, ese que te engulle por un interminable laberinto de carreteras, inundadas siempre de coches. Punto final a la vuelta en volante con arribo al Foro.
Primera de muchas. Asfalto que, de tanto transitarlo y de tantas maneras, queda como en casa.
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