De aquellos lodos vinieron estos barros, en forma de resaca de celebración, después de los fastos del quince de septiembre, que reunieron en la oficina a más de cuatrocientas personas en un espacio reducido.
Hubo quien repitió por la noche, en la espléndida terraza del Hotel Puerta de América, (Skynight Lounge), sumando horas de congregación y encuentro.
El lunes por la mañana la oficina estaba desierta y poco tardaron en circular las confirmaciones de casos de COVID entre la plantilla. Un caso de contagio masivo de manual; no hace tanto estas actividades eran hecho punitivo. En este caso en el exceso y la alegría por juntarnos todos otra vez, vino la pena.
Con el runrún de la noticia, ha empezado la otra cadena de contagios, la mental. Es increíble la capacidad de la cabeza de asumir una sintomatología que no obedece a razón física alguna. Dolores de garganta, malestar general... Como la pólvora ha ido sucediéndose la cadena de quejas y molestias de muchas personas que más tarde han dado negativo en sus tests de farmacia, como no podía ser de otra forma.
Alerta psicosomática. Al contagio por el virus le ha sucedido el contagio por sugestión. Anoche mismo tuve una pesadilla en la que me despertaba observando mi pecho descubierto, lleno de pequeñas ronchas y granos, como si hubiera contraído la varicela del mono. Sólo de los sueños donde asoma el miedo tengo recuerdos.
Bendita cabeza que procesa datos y luego los exhibe, dándoles salida de mil maneras. Como ya se sabe, no hay arma más poderosa que el miedo, para incidir en las conductas.
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