Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 8 de septiembre de 2023

Instintos

 Supe que me gustaban las mujeres cuando tenía doce años y estudiaba en séptimo de la antigua Educación General Básica, (E.G.B.), cuando tuve una erección espontánea, subiendo unas escaleras en el colegio, detrás de una compañera de clase que hacia lo propio, embutida en unos pantalones vaqueros ajustados. Nunca antes de ese día me había percatado de esa manera en esa parte de la anatomía femenina, ni tampoco me había provocado reacción alguna.

  Una vez que los instintos afloraron, con ellos llegó la curiosidad, las ganas de saber y de conocer. La mía es una generación que pecó siempre de pensamiento y palabra, hablabamos mucho, soltabamos burradas una detrás de otra y hablábamos de sexo más por lo que imaginábamos que por lo que sabíamos en realidad.

 El acceso a cualquier contenido subido de tono nos convertía en depredadores de un material, que por físico, era más costoso de acceder. Ir al quiosco a comprar el periódico de deportes, implicaba un vistazo furtivo a la revistas porno que el quiosquero, siempre colocaba en lugar discreto, pero bien visible, acto que se repetía en el videoclub, por donde siempre pasábamos por delante de la sección de películas X , para cazar alguna mujer desnuda, furtivamente. Ver un simple pecho descubierto era un triunfo. 

 Ni que decir tiene que nos daba morbo pasar delante de la única sala de cine para adultos que había en la ciudad, a cuyas instalaciones sólo unos pocos osados se atrevían a llegar a entrar, disimulando la edad, los que estaban más creciditos para evitar el engorroso momento de tener que enseñar el carné de identidad. La gracia estaba en entrar en un sitio así antes de tener la edad legal que lo consentía. Nunca di ese paso. 

 Aquella tele en blanco y negro, que luego paso a color con sus dos canales, nos mandaba a la cama cuando aparecían los dos rombos, salvo casos contados como la serie Dallas que reunía a toda la familia, sin restricciones de edad frente a la pantalla para ver las andanzas del malévolo J.R. Cualquier cosa que sonara a erótico o simplemente descocado era invisible, o se pretendia que lo fuese.

 En fin, el sexo estaba ahí, era importante en nuestras vidas, lo íbamos descubriendo al trantrán, ante la falta de experiencias e información que lo convertían en tabú.  Recuerdo la cara de mi madre cuando, ingenuo de mí,  tiró a la basura los dos condones que me dieron en el instituto, cuando le conté que un pedagogo a sueldo del Ministerio de Sanidad, nos había impartido una charla en medio de la famosa campaña del Póntelo, pónselo, que tantas ampollas levantó entre sectores muy conservadores y otros que no lo eran tanto.

 Entonces el objetivo era impedir embarazos a temprana edad y prevenir los contagios, con el SIDA atemorizando en todas partes, desde que unos pocos años antes un galán de cine, confesase su contagio y se desatara el pánico generalizado. Hoy la informacion, que peca por exceso cuando en nuestra época lo hacía por defecto, vuelve a nuestros adolescentes, seres extremadamente vulnerables, carentes de la madurez necesaria para distinguir el grano de la paja. Eso extrema la necesidad de volcarse en este tema y estar muy pendientes de ellos, que no deben nunca adolecer de esa custodia. La informacion es poder y también, prevención.

 


 

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