España vaciada

 Hay caminos que no son de ida y vuelta. Hubo un día en que determinadas zonas se quedaron huérfanas, viendo partir a sus hijos para que buscaran mejor vida y acomodo en las grandes urbes. Obligaba la necesidad. Por mucho que tire el terruño, el camino es definitivamente no retornable. No sólo no reciclamos el plástico, tampoco los recuerdos de identidad y vida.

 Ahora esa España que fue cantera y suministro de mano de obra, ha sido bautizada como vaciada. A los que se fueron por trabajo se han unido los que se fueron por muerte natural. Y sin nadie que haga de reemplazo, infinidad de localidades de interior son carne de ruinas y vegetación. La naturaleza que recula a paladas con la civilización, retoma impenitente lo que un día le fue arrebatado.

 Hasta un 42% del país con densidad de población ínfima, está en peligro de extinción.  Ni la tan cacareada globalización que ha reducido a cero las distancias y que permite ganarse la vida desde cualquier parte donde haya una conexión a internet parecen revertir esta tendencia. No a la vida tranquila, al aire limpio, a los entornos idilicos, a la vuelta a las raíces... La querencia por la convivencia y la superpoblación no están en cuestión. La rururbanización es un quiero y no puedo que parece, que hace pero sólo luce de cara a la galería.

 La presencia del bicho solo ha sido un espejismo. Lapsus de un año que ha creado turistas de empleo en remoto. Las aguas volverán a su cauce.

 Buenas noticias para la flora y fauna. Ellos no pierden nada, sólo ganan, como casi siempre que el hombre está muy lejos.