Volverá la foto de Colón, y lo hará con los mismos protagonistas, con los tres tenores opositores, que buscarán el efecto de la foto y el ruído de la recogida de firmas, para tumbar al gobierno del spin doctor, y es que Sánchez no sería Sánchez sin Redondo. Valido de nuevo cuño, ministro sin cartera, aprendiz de Rasputín, llena más artículos y columnas de opinión que todos los ministros del consejo, juntos. Rubalcaba no llegó a tanto en su etapa con Rodriquez Zapatero. En la derecha, el ruido de los asesores en la sombra no es tan acuciado. Seña de identidad de una socialdemocracia en transición eterna, que es en realidad decadencia, incapaz de generar nuevos adeptos, ni siquiera de vivir de las rentas del Welfare state y las leyes de derechos civiles.
La batalla de los indultos es una batalla perdida. No sólo por los girones que entre los sufragistas propios puede generar su concesión, sino por el grave precedente que supondría concederlos a título colectivo, cuando la ley sólo lo permite a título individual, y con el dictamen contrario del Tribunal Supremo, algo inédito en la concesión de estas medidas de gracia. Ratonera de la que no se sabrá salir, porque no la hay. Eso lo convierte en un brindis al sol, en una última tentativa de mantener la coalición, de llevar la iniciativa para activar al electorado propio, en un país al que la cogobernanza a hecho al gobierno más daño que la labor de la oposición.
La segunda foto será pues una foto triunfadora, un punto y seguido del descalabro del cuatro de mayo, un acto de precampaña en toda regla. Colón como colofón de la decimocuarta lesgislatura.
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