Comuneros

 Se cumplen quinientos años de la revuelta contra el rey extranjero, aquel que venía del norte, que no hablaba español, que traía consigo a su séquito, de cual se fiaba y con el cual pretendía gobernar, ninguneando a las élites patrias. Caldo de cultivo necesario para que comenzase la trifulca.

 Qué importante es mantener viva la historia, revisarla, replantearla si surgen nuevos datos que permitan hacer su relectura. Estas próximas semanas no serán pocas las publicaciones que con de rigor histórico o novelístico revivirán las andanzas de Bravo, Maldonado y Padilla, en aras de ofrecer a la conmemoración un aire de recuerdo de un acontecimiento vital en la historia de este país.

 Recuerdo cómo de niño nos contaron este pasaje de la historia de España como un rechazo a lo externo, como una reacción conservadora y provinciana, que no quería aceptar los aires de modernidad que traía el Rey Carlos con su administración. Han pasado los años y con ellos la visión que del acontecimiento tiene uno. No era un acto de involución, sino de rechazo de unas clases y élites, que veían como el percal iba a cambiar de manos. Como de costumbre y detrás de cada revolución, o intento de ella, hay una clase alta que apoyado en las familias productivas, busca mantener su status quo a toda costa.

 Y como es habitual, las clases más bajas, son parte al ser usadas por quienes andan detrás del enjuague. Pasan los siglos, pero en lo referente a los grandes movimientos, nada cambia. Detrás de cada revolución hay una élite dispuesta a llevarse su parte del pastel, o a mantenerla, que para el caso da lo mismo.

  Comuneros de Castilla, estais de vuelta, aunque formaís parte del adn de quienes habitamos en esta parte del mundo, así que nunca os habéis ido del todo. Que vuestra efeméride sirva de estudio y también de reflexión, porque sólo conociendo el pasado se tienen armas poderosas para frontar el futuro.