Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




lunes, 15 de febrero de 2021

Libertad de expresión

 El pasado viernes se cumplió el plazo concedido por la justicia para que el reo accediese al recinto carcelario por su propia voluntad. Como era de esperar, el rapero Pablo Hasel ha hecho caso omiso del requerimiento, y continúa en libertad, pese a que la Audiencia Nacional ha rechazado el recurso de súplica para suspender la entrada, presentado recientemente por mediación de sus abogados.

 A la espera de que las fuerzas de seguridad le detengan y le hagan entrar en prisión por la fuerza, en lo que busca ser un último gesto que busque publicitar su caso a nivel interno y externo, el condenado a más de dos años de prisión por cometer delito de enaltecimiento del terrorismo, se ha encerrado en el edificio del rectorado de la Universidad de Lleida, junto a otras personas, con el objeto de hacer presión.

 De lo que tarde el juez de enviar a la policia a detener y de que trifulca se produzca a raíz del más que seguro enfrentamiento entre defensores del cantante y las fuerzas de seguridad del Estado, darán buena cuenta los medios en sucesivas fechas. De las consecuencias que se derivan de esta sentencia judicial, tardaremos bastante más tiempo en terminar de dar por cancelada la cuestión.

 ¿Dónde está el límite en los delitos de opinión? , ¿Tiene sentido mandar a la cárcel a alguien por emplear un vocabulario lesivo en una letra de una canción?, ¿ Se está poniendo en tela de jucio la libertad de expresión con sentencias como está? El debate está servido.

 Recuerdo no hace mucho, hablándolo con unos amigos, y a raíz de la persecución que la justicia española hace de otro rapero, Valtònyc, exilado en Bélgica tras su huida por comenter un delito similar al de Hasel, (injurias a la Corona y exaltación del terrorismo), que perseguir este tipo de prácticas era como ponerle puertas al campo, y que si a este cantante malloquín debían encarcelarlo por sus letras lesivas, entonces debería acordonar toda la zona de Lavapiés y llenar las cárceles de Madrid de todo tipo de sujetos contrarios a todo lo que suene a poder establecido, o normas establecidas. Entonces y ahora pensaba que no era inteligente convertir en víctimas a personajes de este calado, que han conseguido de este modo, una notoriedad y un grado de conocimiento que de otro modo no hubiesen ni soñado siquiera.

 Una cosa es condenar por faltar al respeto, atentar contra el honor y el buen nombre, y otra muy distinta enviar a prisión a quien, aunque sea groseramente, no ha hecho otra cosa que exponer una opinión, a través de sus canciones. La desproporción entre daño y condena es excesiva, y la publicidad negativa que este acto conlleva para el país, evidente.

 Tal vez habría que revisar este tipo de delitos en el código penal, o pedir a los jueces que hagan una interpretación más acorde, que no laxa,  a los requerimientos de una falta así; nada más triste que convertir en protagonista a quien no merece ni medio minuto de atención. En el fondo, este tipo de sentencias denotan una debilidad latente de un sistema, que con demasiada frecuencia acude a los jueces para dirimir conflictos y diferencias.

 

 

 

 

 

 

 

 

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