... Y con el mazo dando. Así es como algunos contemplan su labor política de doble cara, donde unas veces se actúa como gobernante y otras se hace como oposición, todo ello desde un escaño que habilita para ejercer el poder ejecutivo.
España no es una democracia plena. Y eso lo dice nada menos que un vicepresidente del gobierno, en plenitud de facultades, lo cual le compromete y, como poco, lo convierte en cómplice de esa supuesta anomalía, aunque él sin cortarse un pelo, dice que no tiene más poder que el que le otorgan sus treinta y cinco diputados. ¿Cómo considerarlo?, ¿De verdad se siente parte de este gobierno? Hay críticas que lejos de formar parte del sano ejercicio del derecho de disentir, son más bien un claro signo de deslealtad, desde luego es un sapo inmenso, que el gobierno de coalición en general y el Presidente del gobierno en particular, están tragándose.
Si alguien pensaba que el vicepresidente segundo seguiría un perfil bajo, más preocupado por sus tareas de gobierno, que por sus soflamas ideológicas y sus postureos mediáticos, ahora estará descubriendo cuan ingenuo era. Hay egos que requieren de primeras planas, de portadas y titulares, de ser comidilla en la red, mucho antes que de aplicarse en el trabajo de despacho, siempre menos vistoso y reconocido.
Cuesta creer que esta legislatura se complete como está, sin que haya más crisis de gobierno que remodelen el Consejo de Ministros. Ni tan siquiera la cruda realidad de la pandemia puede poner freno o sordina a los cada vez más obvios soliviantos entre socios de gobierno. Desde luego nos merecemos unos dirigentes de otro calibre, más pendientes del día a día de los ciudadanos que del tran tran de los sondeos y de las oportunidades que estos barrutan. Veremos cómo deja este idilio la próxima celebración de San Valentín, que este año se celebra en clave catalana. Hay amores que si no matan, desde luego desgastan.
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