Javi La Palma, así es como apareces en mi lista de teléfonos, listado del que seguirás formando parte, porque no me hago a la idea de que ya no estés.
Aquel año en que nos conocimos, allá por 1991, cuando empezábamos en el Instituto Poeta Viana, el tercer año del Bachillerato Unificado Polivalente, (B.U.P.) Te sentabas en la última fila junto a Alejo y pronto te hiciste de notar.
Tu 1,94 era el argumento que te invitaba a hacer deporte, ese que era el baloncesto en aquella época y que con el paso de los años se convertiría en senderismo, práctica de la que eras un experto, y que ocupaba tu tiempo el pasado día dos, cuando, como tantas otras muchas veces, saliste en solitario a hacer una de tus rutas, por una senda escarpada que terminó por ser tu lugar de llegada y destino. Imaginarte descansando allí, en tu adorada Caldera, (aquella en la que acampamos contigo durante tres días, en el viaje a La Palma en el que nos abriste las puertas de tu casa y de tu familia), rodeado de lo que siempre más amaste, el paisaje único de tu Isla Bonita, reconforta, aunque sea muy poco.
La abrumadora cascada de reconocimientos, en forma de mensajes en redes sociales o artículos de prensa, es sólo una pequeña parte del profundo vació que dejas. Tus alumnos de tu colegio en Garafía, así como todos aquellos que han tenido la fortuna de pasar por tu vida, no olvidaremos nunca tu alegría, tu generosidad y ese corazón tierno que malamente conseguías disimular con tu aspecto hercúleo.
Descansa en paz amigo. Que la tierra te sea muy leve y que las brumas del Roque de los muchachos, cuando se deslicen entre los riscos de sus cumbres, te lleven allí en lo alto donde estés, todo el cariño que has sembrado aquí abajo, Hasta siempre Javier.
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