Disforia

Disconformidad con el sexo con el que se ha nacido. Sentirse atrapado en un cuerpo con el que no se identifica quien lo padece. A grandes rasgos en eso consiste la disforia de género.

 Se avecinan cambios en la normativa que regula las operaciones de cambio de sexo, ambición final de quienes se encuentran en esta situación y no se aceptan como son,  buscando una salida a través de una cirugía que adecue lo que sienten con lo que la realidad que su cuerpo físico proclama. Ahora requiere de la mayoría de edad, y de una certificación médica que avale el problema y, por tanto, con ella la solución. Esos requisitos pueden desaparecer, si la iniciativa del Ministerio de Igualdad  cuaja, aunque para ello tendrá que superar la enésima confrontación del gobierno bicéfalo. Con ella podrían iniciarse los trámites a la edad de dieciséis años, y no requerirían de una certificación medica previa.

 Si las operaciones las costease cada interesado no tendríamos problema alguno sobre la mesa, pero al pretender incluirlas en la lista de intervenciones que cubre la Seguridad Social, vienen los problemas, de conciencia, de ideología y de prejuicios, que son los que mayoritariamente paralizan los cambios.

  Siempre he pensado que esta enfermedad tiene algo que la distingue de las demás, al tener un médico que confirmar con su diagnóstico que tienes un problema, como si los médicos pudieran dictaminar sobre los sentimientos y la pertenencia a una identidad, siendo algo tan íntimo y tan privado. Pocas dolencias serán más complejas que esta. Desde luego me siento muy afortunado de no tener armarios de los que salir, ni de tener que justificar mis sentimientos y mi identidad, más si cabe un mundo como este, tan encasillado y tan poco respetuoso con la variedad y con lo diferente.