Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 22 de mayo de 2024

El atropello

 Noche de fatalidades y de casualidades.Subido ya en el siete para llegar a casa, cuando de repente el autobús se para en la Avenida del ferrocarril. Un vehículo en medio de un paso de peatones con una L en la parte posterior, al parecer ha atropellado a un peatón, que yace en el suelo. La policía tarda en aparecer diez minutos, la ambulancia unos quince. Mientras tanto el pasaje se pone nervioso. Unos elucubran sobre cuál será la sanción que se llevará el conductor novato; una mujer pregunta al conductor que por qué no continuamos, que tiene a su hijo de doce años sólo en casa. Por fin recogen a la persona accidentada, (es una chica), a la que han subido a una camilla y colocado un collarín. Retomamos la marcha. El conductor, visiblemente nervioso, habla por la radio interna de la empresa de autobuses que le da instrucciones tras el atraso acumulado; en esto que se le cruza un coche y casi nos estampamos contra él. Frena, nos sacude a todos, (afortunadamente todos estabamos sentados y nadie ha sufrido ningún percance), mientras suelta toda una serie de improperios que al otro conductor no le llegarán nunca. Los murmullos entre los pasajeros se hacen cada vez más grandes. Justo a la altura del punto limpio, junto a los juzgados, el bus se detiene. La madre del niño de doce años que sigue sólo se va como una bala a por él y le pregunta que por qué no continúa. Este le dice que debe estacionar el vehículo y esperar unos minutos antes de seguir la marcha. La mujer se enciende cada vez más y comienza la discusión; el chófer le dice que si no ha visto el accidente, que no es culpa suya, la madre sigue con su demanda de continuar, acuciada por las prisas. De nuevo vuelve a hablar la radio. Dan órdenes al conductor de desalojar el vehículo y de trasladarnos a otro autobús que ya nos está esperando detrás. En apenas un minuto ya estamos todos en posición. Parece que los ánimos se calman, el trayecto se culmina y, por fin, llego a mi destino.

  Camino unos metros por la Avenida de Agustina de Aragón y me digo para mi sólo qué habría hecho Agustina con el busero, de haberse encontrado en el pellejo de la madre del niño de doce años...

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