miércoles, 13 de marzo de 2024

Leer en el metro

 Ayer dejé de sentirme un bicho raro. Hasta cuatro personas coindicidimos en el mismo vagón de metro leyendo libros en papel.

 Podría evocar los primeros tiempos, a poco de llegar a Madrid, cuando apenas se veía en medio del mar de libros que inundaban el subterráneo en horario de mayor afluencia; de hecho ya lo he reflejado en alguna otra entrada de este blog. Hoy el próposito es otro, tal vez reivindicativo, en medio de este torrente tecnológico donde todo el que anda entretenido en su trayecto en transporte colectivo, utiliza un teléfono.

 Aún queda gente de la vieja escuela, que prefiere amenizar los viajes, muchas veces de bastante tiempo, con historias leídas. Cansado de vecinos de transporte impertinentes, que descargan sus videos o ven páginas absurdas con el volumen de su aparato a todo trapo.  Lo que antes era patrimonio de gente más joven, ahora lo hace todo el mundo. Es obvio que la falta de educación no conoce de edades.

 Lectura en silencio, sin incordiar, adoptando la postura más comoda sin molestar a tu vecino de asiento o de barra, si vas de pie, concentrado en cualquier aventura que te estén narrando, pese al ruido y las incomodidades. Quién dijo que un paseo en transporte público por necesidad es un tiempo perdido.  No saben lo que se pierden.

 

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