Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




martes, 5 de marzo de 2024

El día que dejó de gustarme el fútbol

  Miro distraído mi perfil de Facebook y me salta una página que publica cromos viejos de jugadores de fútbol. En esta ocasión, el recuerdo es para un jugador danés de los años ochenta, que tras jugar unos años en Italia, vino a España para enfundarse la camisola del equipo con más seguidores de la Ciudad Condal.

 No tardó en despuntar y demostrar sus cualidades, siendo uno de los protagonistas destacados de su equipo en una de sus etapas más laureadas. Tras muchas temporadas vistiendo esa camiseta, tras producirse algunas desavenencias con su entrenador y la directiva del equipo, decidió cambiar de aires y aceptar la oferta de un equipo de la Capital del Reino, a la sazón máximo rival de aquel para el que antes jugaba.

 Tanto debía identificarme con ese jugador, tanto debía gustarme, que me produjo un shock tremendo verlo defendiendo otros colores. La desafección llegó hasta el punto, que desde aquel preciso instante comenzó una etapa larga y continua de marcado desinterés por un deporte sin el que no es posible entender mis primeros quince años de mi vida.

 Nada volvió a ser lo mismo. Algo tan simple como que un profesional aceptase una oferta de trabajo de otro equipo, lo percibí como un salto sobre una línea roja que de ningún modo podía rebasarse. Probablemente si hubiera firmado por otro club no me habría afectado tanto; lo cierto es que desde entonces, esa visión romántica e identitaria, de amor por un equipo y todo lo que representa, se vino abajo irremisiblemente.

 Otros deportes ocuparon el espacio que dejó el balompié entre mis intereses, como es el caso del balonmano. De hecho cada día hago menos por saber qué resultados se producen y me cuesta horrores ver un partido de fútbol completo, me aburre soberanamente. Fue una pasión tan vívida e intensa, que por un desencanto se desinfló como un globo, para convertirse en un postrero recuerdo, sin visos de retorno posible.  

 

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