La distancia más corta entre dos puntos siempre es una línea recta, aunque nada hay menos lineal que una existencia.
Como los coches que se van por los pianos en las carreras, apurando las trazadas, amenzando con salirse de los límites; visten más los baches y las cunetas que los trasiegos por pistas limpias y bien asfaltadas.
Pero lo mejor son los cruces de caminos, cuando toca elegir y hacer gala del coste de oportunidad. Decisiones que a veces se toman en caliente, otras veces después de rumiarlas y meditarlas largamente, unas profundas y significativas, otras aparentemente intrascendentes; todas forman parte de una trayectoria entera. Somos lo que comemos, somos lo que decimos, somos, ante todo, lo que decidimos.
Cruces que son disyuntivas. En medio de todas ellas es cuando uno se siente más vivo.
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