Encajado como una marcha mal metida, que rasca en los engranajes, así caías cuando hacia el swing, raspando la alfombrilla sintética, que a falta de chuletas deja muescas en la cara interior del palo, lleno de un verdín que cuesta sacar. Así barrenabas una y otra vez la moral, hasta que, por fin, comenzaste a deslizarte suave como un guante, encarando el canto de la bola con ese golpe seco y limpio, que suena a música celestial, que se alza al cielo con el arco que la bola cubre hasta caer de vuelta al suelo.
Nuevo aliado. A cien metros vista de distancia. El 7 y el 8 tienen buenos apoyos. Juego que crece, como crecen las oportunidades de mejorarlo. Bien por el miércoles.
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