Banca pública

Pues como se preveía desde hace algún tiempo, la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria, S.A. SAREB, pasa a ser de titularidad pública, asumiendo el Estado los treinta y cinco mil millones de deuda que como tales la entidad en sí arrastra.

 Para los defensores de la banca pública esto no es más que un primer paso, en aras de proseguir una política de nacionalización de activos bancarios que permitan, entre otras cosas, dejar el control de las finanzas en manos de políticos. ¿Y por qué una banca pública? Porque segun dicen, dejándolas en manos de funcionarios y sus dirigentes, se eliminarian los abusos y excesos que esta tiene en manos privadas.

 Cierto y real como la vida misma. Las mismas recetas de los años setenta del siglo pasado, se creen necesarias y aplicables  nuevamente en este siglo XXI de globalización sin fronteras, con el capital circulando a sus anchas por el mundo entero. Como intentar matar un mastodonte con un tirachinas. Ingenuo hasta decir basta. 

 Asociar todo lo privado a robo es, además de falso, un error. Solo en manos de buenos gestores, tendremos un sistema financiero saneado y consolidado. La titularidad de las entidades no es tan relevante como la solvencia de sus gestores, y el compromiso social de los mismos. Una banca puede ser comprometida con su entorno, si para empezar comienza por tener sus cuentas y sus actividades al día.

 Antes de pedir cambios genéricos, vayamos por buscar acciones concretas, y si se comenten abusos, investigarlos y sancionar a quien abusa de su condición.

 Erramos el tiro perdiendo el tiempo en discusiones cara a la galería, ideologizadas que invitan más al postureo que a la aportación de soluciones reales. Más que una banca pública o privada, lo que necesitamos es una banca saneada y que funcione, que responda a las necesidades de los ciudadanos, que conceda créditos a intereses justos, que no cobre comisiones abusivas. Tan simple y tan complicado.