Es noticia que un tenista profesional pueda ser deportado. Por razones sanitarias, porque no está vacunado. Pendiente de que se resuelva su expediente, pernocta en un hotel próximo al aeropuerto, donde lo hacen habitualmente todos aquellos individuos que por alguna circunstancia, no cumplen los requisitos de acceso al país austral.
Seguramente la mayoría de esos otros son de menos reputación y poder adquisitivo. Por eso no son noticia. Si no tienes, no eres portada.
Y en su país de origen esto es un escándalo. Se insiste en que el número uno del tenis mundial, ha de esperar a que se resuelva su situación en un establecimiento que se considera inapropiado.
La referencia es de fondo, pues a nadie escandaliza este clasismo y esta altivez, de un mundo que no pierde nunca el respeto por sus élites, a las que no considera merecedoras de compartir cama y techo con gente normal, o normalmente desheredada. Cúantos habrán esperado en ese mismo sitio, a cuántos antes habrán deportado después de haberles hecho esperar horas o días, sin que a nadie les importara un pimiento. Para esta clase de estupidez sí que no hay vacunas.
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