Tarde de tormentas

 Bajo un cielo nublado y plomizo, que oculta cualquier atisbo de luz, se ha hecho oficial la concesión del indulto parcial.

 Como si fuera una coreografía y una puesta en escena estudiada, con decorados que no son de cartón piedra,  para la ocasión. Porque en esas estamos, como si se avecinase un cataclismo, el cielo y la tierra parece que se juntasen, y llenan la tarde de oscuridad, en plena sobremesa.

 Malos tiempos para la lírica de la moderación y la conciliación. Lo que hoy ha salido de los cenáculos de Moncloa, es un canto a la tensión, a la polarización. Y ya se sabe quién pesca en río revuelto.

 Ya hay dos damnificados, los que pactaron bajo cuerda desde la moción de censura, el actual estado de cosas, que por ello recogerán los restos de un naufragio que dará alas a los que están en las antípodas. El choque de trenes entre la derecha más contundente y el nacionalismo más segregante está servido sobre la mesa. 

 Va para trece años que empezamos este estado de crisis permante y constante; A la crisis económica sucedio la territorial, y a la crisis sanitaria sucederá una de valores, como no habremos conocido los de esta generación. Un auténtico sunami de intolerancia y defensa de posturas acendradas, que amenazará algo más que la convivencia.

 Resulta impotente, ver como la cosa cada vez va a más, sin que nadie parezca pornerle coto a la hemorragia. Hasta que pase una desgracia con mayúsculas, que son las únicas capaces de hacernos reaccionar ante las derivas. Por mucho que digan los refraneros, nunca seremos de prevenir, si no de curar, tarde y mal.

 Sigo mirando al cielo, y sigo contemplándolo nublado y cerrado.  Nubes que son un oráculo fatal del que sólo queda esperar que no se cumplan sus oscuros vaticinios en forma de sensaciones tan frías y negras como las nubes de una tarde de tormentas.