Sobre los restos del complejo palaciego del emperador Hercúleo, construído en el siglo III, se levantaron los pilares sobre los que se sostiene la actual estación del AVE, en Córdoba.
A cuenta de las obras de mejora del paso subterráneo de la calle Bailén, frente a los Jardines de Sabatini, han aparecido enterrados los restos del Palacio de Godoy, príncipe de la paz y primer ministro de Carlos IV.
Historia oculta que revive con la renovación de las infraestructuras. Revive paralizándolas, obligando a replantearlas, imponiendo como necesidad, dejar al descubierto aquello que se creía perdido y que ahora, a fuerza de pala excavadora, resurge de sus cenizas.
Cual Roma a la que es imposible horadar sin que surja algún resto con valor histórico, así es esta piel de toro entera, cruzada por historia en cualquiera de sus emplazamientos, invitación a conocer mejor un pasado, aunque casi nunca importe a sus vecinos de superficie.
Nada como construir sobre ruinas, especialmente si es metafóricamente; que los ingenieros y políticos se devanen los sesos para dejarla expuestas para conocimiento y disfrute, y que los demás nos apliquemos el cuento, y sepamos manejar nuestras ruinas para obtener de restos, algo provechoso, algo sobre lo que volver a construír.
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