Días esperando llevan algunos a que se concediese, sin esperar si quiera a peritajes que corroborasen la situación de calamidad, y la necesidad de compensar las pérdidas. Desde luego no funcionan como el consorcio de seguros. Quizá por que los cuartos con los que mitigan las penas, no son suyos.
Tira y afloja de una semana de duración, duelo de gallos, alcalde y presidente tirando de una soga imaginaria, tensada bajo la mirada cansada de los vecinos.
Y al final llegó la solución, sí a todo. Ya habrá tiempo de valorar los desperfectos, de hacer caja y repartir dividendos. Eso sí, para no herir susceptibilidades, ni soliviantar a camarillas y clientelas, se ha declarado la situación de catástrofe hasta en siete territorios. Seguimos abonados al café para todos de la Constitución, hasta cuando son las inclemencias las que provocan desajustes.
Hay catástrofes y catástrofes, y algunas son congénitas. Como la de ser incapaces de priorizar lo importante, y de dejar fuera rivalidades y competencias.
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