Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 26 de mayo de 2023

Camino de Santiago Via de la Plata, (variante portuguesa). 6ªEtapa. Ponte Ulla- Santiago. 19.5 kms.

 Comenzamos el día con ganas, con unas caras que reflejaban la certeza de la proximidad del campo de estrellas donde encontró su último cobijo el apóstol.

 A diferencia de otros días vamos más unidos; la tradicional escalera de distancia entre unos y otros se va estrechando; no sólo hay ganas de llegar, también de hacerlo juntos.

 José va por delante, encargado de los coches, aparca el de Chus en Santiago y va en tren a por el de Mariano que sigue en Orense. La inoportuna baja por lesión en el tobillo nos ha permitido ganar tiempo y comodidad en los traslados. Al final será él el que acumule más kilometros en este viaje, andando, en tren, coche y autobús.   

 Tras salir de Ponte Ulla, nos adentramos la primera hora en un bosque que amenzaba batalla por estar en subida y con duras cuestas; nada más lejos de la realidad. Caminando por sendas pobladas de eucaliptos, vamos restando kilómetros a la llegada, maravillados por un cielo que sigue limpio sin asomo de amenazas por lluvia. Cuesta creer que en seis días andando a la intemperie, no nos haya caído ni una gota de agua en Galicia, como en mayo del año pasado por el Camino Francés.

 Decidimos alargar la parada de mitad de ruta y acabamos en un bar de carretera que vende pulseras de recuerdo. Cogemos cada uno una, y la dueña del local me escoge a mi la mía, al decirle que me da igual la que me dé. Una vez que me la anuda en la muñeca, leo lo que en ella reza: No corras, que a donde tienes que llegar es a tí mismo. Lo clava.

 En la reaunudación, Mariano recibe la visita de un pequeño amigo, un perro que le acompaña durante un buen rato caminando; Chus,  preocupada intenta hacerle retroceder para que no se aleje demasiado de su casa, pero el animal desiste y continúa andando con ellos. "Si me sigue hasta  Santiago, lo adopto", dice Mariano poco antes de que el perro, alcance su límite y retroceda por sí sólo.  

 Y llega la sorpresa, lo que parecía un paseo, se tuerce al ver en el horizonte las primeras imágenes de Santiago; con la referencia de las lomas de San Lázaro y sus alrededores al fondo, vemos como el camino se empina, con cuestas que nos hacen sudar todo lo que esperábamos en la primera hora del día. No importa, en el ánimo no hay malas caras, ni un sólo gesto de dolor. Es demasiado grande la recompensa como para quejarse o venirse abajo ahora. 

 Coronamos los últimos repechos y al fin divisamos los campanarios de la catedral. La entrada a Santiago la haremos por El Pombal y sus empinadas calles, pero no nos importa. Tras hacer una última parada para tomar un refrigerio y agrupar a todas las unidades, nos dirigimos hacia el Parque de la Alameda, donde José espera paciente al son de música de gaiteiros, que hacen las delicias del público que se concentra para escucharlos, en una ciudad que está en sábado, en fiestas y con buen tiempo.

 El punto y final está escrito, con alborozo completamos la cuenta de kilómetros, caminando por un atestado Franco, como siempre, preámbulo de la Plaza del Obradoiro.

 Risas y llantos. Nos fundimos en un abrazo sentido de alegría y emoción antes de hacernos la foto de rigor, con la fachada de la Catedral a nuestras espaldas. Hemos llegado. Ultreia.

 


 

 

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