Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 25 de mayo de 2023

Camino de Santiago Via de la Plata, (variante portuguesa). 5ªEtapa. Silleda- Ponte Ulla. 19 kms.

 Entramos en rotaciones. Si ayer fue  Desi la que decidió no ser de la partida, acompañando a José en su visita a la clínica de fisioterapia, hoy son Doni y Sara, los que han decidido quedarse en barbecho y no andar con nosotros.

 Acompañando a José en el coche escoba, que de momento sigue siendo el Mazda 2 de Chus, nos han alcanzado a la hora y media de caminata, cuando hemos hecho la parada de media mañana para sellar en un albergue perdido en mitad de la nada, regentado por dos italianos de Milán, que tardaron poco en contarnos su historia, mientras nos servían un riquisimo bocadillo de jamón serrano para recomponernos de la primera parte de caminata.

 Los caminos de Santiago son insondables y conducen a personas que vienen de muy lejos, a páramos insospechados; cómo puede acabarse en una pequeña aldea gallega desde la industriosa y cosmopolita Milano, para vivir de lo que te da la tierra, complementado con los ingresos de un pequeño albergue inesperado; a veces no hay que andar buscando tu destino, sólo basta con dejar que sea él el que te encuentre a tí.

 Agradecidos por la atención y el cariño con que nos han agasajado, regalándonos una bolsa repleta de hermosos limones, hemos continuado la etapa, sabedores de que hoy terminaremos a escasos veinte kilometros de la meta.

 A medida que nos acercamos a Ponte Ulla, dejamos que las impresionantes vistas de su valle, cruzado por varios puentes de uso ferroviario, nos acompañen en nuestro lento deambular. Nuevamente me dejo descolgar para acompañar a Desi, que hace un esfuerzo de seguir pese a tener la rodilla maltrecha. Para cuando llegamos al hostal donde pasaremos la noche, al lado de la carretera, la sempiterna Nacional 525, que ampara todo el recorrido de esta parte de la Vía de la Plata, el resto de la expedición ya nos está esperando, tomando unas cervezas y disfrutando, con una pareja de peregrinos que han encontrado en los últimos kilómetros del día, acompañados por su cariñoso perro Balloo, que no tarda en tumbarse exhausto de tanto andar.

La tarde la aprovechamos para descansar y hacer un poco de turismo. Nos repartimos en grupos y unos cuantos nos vamos a un mirador cerca del paso ferroviario donde tenemos unas vistas maravillosas de todo el valle. Más tarde bajamos al río y nos damos un baño de piernas que nos reactiva la circulación, después de los casi cien kilómetros que llevamos ya andados. Hay placeres que no cuestan dinero y son un regalo.

 Aunque quedamos con nuestros amigos picheleiros y su cánido, para comer pulpo y churrasco en una verbena que se celebra cerca de donde pernoctaremos, terminamos por variar el plan,  haciendo caso a un paisano que nos da indicaciones de una pulpería próxima, donde despachamos un buen ejemplar de cefalópodo, así como una generosa ración de churrasco que regamos con un vino tinto tan oscuro, que deja cerco en los clásicos tazones de loza en que se sirven allí. 

 Panza llena, pies relajados y sólo a veinte kilometros de llegar al destino. Esto está casi hecho. El sueño no tarda en apoderarse de nosotros, repartidos en varias habitaciones de este hostal de carretera que ampara nuestro sueño de ver en unas horas el Obradoiro.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario