Será cosa del cambio generacional, de la percepción que se tiene de las cosas, es muy probable. Quizá con la edad se pierde capacidad de idealizar las cosas y el pragmatismo paraliza más que moviliza.
Tal vez porque uno piense que no merecen la pena algunos esfuerzos para no hacer casi ni ruido, más allá de que puedan o no tener algún carácter simbólico.
Ruedas de coches de gran cilindrada que se desinflan para que no rueden y así no contaminen; tan ingenuo es que no inspira ni ternura; por no decir la moda de echar pinturas a cuadros en pinacotecas o a estatuas de lugares insignes. El cambio climático es un problema serio y merece que se llame la atención sobre él, sin duda. Tenía más gracia lo de colgar grandes pancartas en muros de centrales térmicas.
En fin, sin duda el tema da para mucho y merece una reflexión y análisis riguroso. No en vano los tiempos cambian y con ellos, las modas, los hábitos y los modos de expresarse colectivamente, aunque con la perspectiva que da desde que se peinan canas, uno no pueda menos que mirar algunos actos con perplejidad. Entender es el primer paso. No en vano la convivencia requiere de conocimiento de aquellos con los que se comparte espacio, convivencia y, por su puesto, formas y maneras de protestar.
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