Ni la más intempestiva borrasca, que pueble tus cielos de nubes y tus noches de agua y viento, podría emsombrecer tu presencia. Unos pocos ratos de luz y sol, han bastado para devolver a la piedra de tus empinadas calles, el reflejo alegre y vital de tus fachadas de azulejos, arcoiris de colores que dan a los viandantes alas en sus paseos por el Bolhao, Gaia, la rivera del Minho o sus playas del Atlántico en Matosinhos.
Días de vino y rosas, de visitas a bodegas con vistas, de cenas de bacalhau, y francesinhas, de queijo de las cumbres, todas ellas abundantemente regadas con caldos y cervezas de la tierra e infinito cariño y amistad.
¿Dónde si no, iba a celebrar mis cincuenta primaveras?
Volverán estos ojos a verte pronto, y a andarte, como punto de arranque de una nueva aventura peregrina que se está cociendo a fuego lento y solitario.
Porto, foi um prazer em conhecer voçé, te vejo pronto.
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