No hay que hacer mucho para salir de la rutina y para convertir una tarde de un día entre semana en un momento estupendo.
Quedar para tomar una cerveza con amigos y mientras charlas de tus cosas, comprobar cómo te ficha mientras estás sentado en una terraza, una chica que a duras penas sobrepasa los veinte años, que mira de manera discreta, seguramente sin mayor interés que observarte porque le agradas; hasta que llega un momento fugaz e instantáneo en que tu mirada y la suya se cruzan y la pillas con todo el equipo, y ves divertido cómo baja la mirada rápido como avergonzada al sentirse descubierta.
Cualquier momento es bueno para subir la autoestima, aunque sea de manera fugaz y aislada. La gracia está en degustarlo, porque sólo los pequeños detalles, saboreados a tacitas, son los que dan continuidad a esa cosa maravillosa que es la vida.
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