Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 30 de junio de 2022

Coco

 Coco es blandito y esponjoso, con un pelo que se desliza entre tus dedos, que casi se deshace al acariciarlo, como si fuera un pompón.

Aunque también recuerda a un borreguito, igual de suave, de manso y tierno.

 Como apenas tiene un año es un trasto, y no para quieto; no importa si te conoce o no, o si te ha visto antes; su forma de saludarte es levantar las dos patitas delanteras y apoyarse sobre tus piernas, para que te percates de que esta allí y de que quiere jugar contigo.

 Es curioso y osado, y pronto sube desde tus zapatos, pernera arriba, con ese gesto inquisidor perruno que siempre ejercen con el olfato, aunque antes de eso olisquea con interés las suelas de tus zapatos, como si quisiera reconocer por el olor que se desprenden de ellas, de dónde vienes y qué has hecho antes. 

 A veces pienso que si hablase, me lo diría, que sabe cosas que no le cuento, que me tiene controlado sin yo percatarme, y es que Coco es muy listo.

 Cuando comemos nos ronda buscando una golosina, y cuando nos ve en el sofá se sube para tumbarse a tu lado, buscando el calor de tu pierna, aunque haga un calor de torrarse; para él sentirte, el roce, es más importante que estar fresquito.

 El otro día se vino conmigo a pasar el fin de semana, porque su familia tenía que irse de viaje, y nos pasamos los dos días correteando por el jardín, jugando con la pelota y conociendo a gente. Así hasta por la noche, que caía rendido en su mantita.

 Pero como todo se acaba, el lunes se fue de vuelta a su casa y con tan sólo dos días conmigo ya le echaba de menos:  me había robado el corazón.

Así espero a que me avisen pronto para ir a verte aprovechando que juego al padel en tu casa, será entonces el momento de achucharte y volver a jugar contigo.

Hasta pronto Coco. 






 


 

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