Recuerdos en blanco y negro, los de una televisión, la de finales de los años setenta, la de los dos canales, las seiscientas veinticinco líneas y el UHF, televisión de programación reducida y carta de ajuste, antes de que saliera el mensaje de despedida del rey.
Hasta que llegó a casa la primera televisión en color, una Radiola que pesaba como un muerto, y ¡Vaya cambio!, de repente los campos de fútbol eran de color verde y las ropas de los presentadores y decorados tenían estampados.
De entre todos esos presentadores llamaba la atención uno, de barba cana, (aunque en los comienzos de la emisión no la llevaba) y riguroso traje de chaqueta, de rictus impenetrable y gestos estudiados, siempre con una pipa en ristre. Eran otros tiempos en los que el tabaco estaba bien visto, y hasta en los estudios de televisión permitían fumar.
José Luís Balbín se llamaba aquel hombre, y presentaba un programa llamado La Clave, que se emitía los viernes por la noche y comenzaba con un plano fijo del estudio, donde un grupo de personas de pié, debatían animádamente antes de ocupar sus asientos y comenzar una tertulia que versaba sobre temas de lo más varipintos, con una sintonía de comienzo solemne de tambores y violines que creaba una atmósfera de seriedad e intriga.
Seguramente la primera tertulia televisiva, plato fijo a degustar cuando no había más opciones. Ayer el que fue su conductor y director, durante muchísimos años, falleció a los ochenta y un años. Sirvan estas líneas de recuerdo de infancia como homenaje al que ya en vida se convirtió en un periodista de culto. DEP.
https://www.youtube.com/watch?v=JDZTG0f49SY&t=37s
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