Los días de lluvia todo huele diferente, especialmente cuando caen las primeras gotas, esas que hacen que el ambiente se impregne a tierra mojada, uno de los aromas más maravillosos del mundo.
Hoy, coincidiendo con mi hora de la comida, la misma que muchas veces empleo para irme a caminar un rato y así desconectar del trabajo, he pasado delante de una boca de metro, la de Artilleros, justo cuando comenzaba a chispear, y con las primeras gotas, se percibía en el ambiente un aire fresco, que se mezclaba con las corrientes de aire caliente que salían de la bocana de acceso, haciendo distinguible ese olor caractéristico e inconfundible del subterráneo madrileño.
De tanto como lo pisaba antes, he pasado a apenas emplearlo desde hace tres años, pero no por eso se olvidan cosas como ese olor de profundidad y humanidad que sale de ahí abajo. No hay dos metros iguales en el mundo, empezando por cómo huelen. Eso , sin duda daría para escribir todo un tratado, si es que no lo hay ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario