Qué mal lo paso cada vez que veo a un perro con bozal, y eso que en la mayoria de los casos es por su bien. Es la unica manera de que no se meta en la boca o se coma cualquier cosa que se encuentre por la calle.
Nada peor que limitar los movimientos, tratar de reducir las acciones. Cualquier cosa que menoscabe la libertad de movimientos produce pena. En las personas, en los animales, hasta en las planta.
De cuántas forma de prisión física existen podría hablarse y mucho, y por muchos atenuantes que se le asignen, no dejan de dar la misma lástima. Por eso cuando llegan noticias como la de que mañana las mascarillas dejarán de ser obligatorias en espacios interiores, es para celebrarlo con jolgorio.
Con las fauces abiertas de par en par, cual canino feliz que al tiempo que trota, suelta adrenalina a ladrido partido, así deberíamos mostrarnos todos mañana. La mascarilla a partir de entonces será una elección, no una imposición. Volvemos a ser un poco los de antes. Un poco más.
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