Sapere aude, que decía el maestro de Konisberg, el mismo que vaticinaba el fin de las grandes calamidades en el mundo, porque precisamente gracias a ese conocimiento audaz, eliminaríamos de nuestra voluntad toda suerte de destrucción e inquina a lo ajeno.
Y nada más lejos de la realidad. Pronto se celebrará el tercer centenario e su venida al mundo, y en poco, por no decir nada, ha mejorado éste de como entonces lo vivió.
Pasan las décadas, los siglos, y los males y abusos endémicos de la especie humana, se mantienen intactos.
Bucha se une a la larga lista de lugares malditos, tocados por la muerte y la destrucción. Desconocida hasta ahora para todo el mundo, ocupará desgraciadamente un lugar destacado en el altar de los mártires. Asesinatos brutales sin justificación, que hieren por años la imagen percibida de quienes los han perpetrado bajo la bandera de la Federación Rusa.
La misma bandera, que ondea en la ciudad que te vio nacer, Immanuel, y que poco predicamento hace de tu impronta. Kaliningrado que reniega de ti, por tu condición germanófila, igual que quienes dirigen los designios de Rusia, olvidan su condición de humanidad. Qué gran error, qué gran paso hacia atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario