Y pensar que antes algunos cortejaban vía epistolar, escribiendo a mano, comprando el sello, echando la carta al correo, y confiando en que el funcionario de turno dejara la misma con la mayor celeridad posible, quedando a la espera de recibir respuesta.
De esta guisa, podían pasar meses; ahora nadie se imagina actuando así.
Plazos, esos que nos obsesionan reducir para optimizar el tiempo, para no perderlo. Misma vara de medir que se aplica a todo, aunque no todo requiera las mismas consignas.
Sin paciencia no hay frutos. He ahí las consecuencias de aplicar las reglas del usar y tirar, que convertimos todo en basura reciclable, hasta las relaciones personales.
Practicidad frívola. Adelantos que son un atraso. Consecuencias: emprobrecimiento constante. Modernos insustanciales. Ídolos de barro de tienda low cost.
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