La temida etapa rompe piernas llegó hoy. Sin anestesia, con un terreno de subida acentuada sin casi descanso nada más salir a hacer ruta. Desde el mismo Mos. Tres kilómetros sin desayunar y a oscuras, que dieron pasa a las no menos temibles bajadas, que dieron a Mariano, mi compañero de fatigas, quebraderos de cabeza en una de sus rodillas.
Pero con eso y con todo, superamos con nota el envite, llegando a Redondela con el horario previsto, antesala de la única parte de la ruta donde el agua se mezcla con la montaña, en este camino, en Sotomaior. Con el colofón del maravilloso Ponte Sampaio, afrontamos el último tercio de la etapa, que lleva al peregrino a acometer el acceso a Pontevedra cruzando una montaña, literalmente, de sendas estrechas y caminos tortuosas, empinados y empedrados.
Y como era de prever, unq vez pasado el kilómetro treinta, la llegada a destino ha sido un poco viacrucis, atormentados por la sed y este calor impropio de un otoño que ni enfría ni moja, pese a estar en Galicia.
Comidos y duchamos repasamos antes de dolor a festejar la machada de hoy, porque nos lo hemos trabajado. Dormimos a apenas 68 kilómetros de un Santiago que nos espera a tres jornadas vista. VAMOS!
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