Recuerdo una charla hace tiempo con mi buen amigo David, periodista y filósofo, que me torcía el gesto cuando le hablaba de Cioran.
- Puff, para tantan intensidad, yo prefiero a Nietszche.
Y es que si hay algo que caracteriza a este autor, de origen rumano pero de pensamiento y escritura francesas, es precisamente eso, la intensidad desgarradora y agonizante con la que afronta la existencia y la expresión en sus textos.
Escrito con su tradicional formato de pequeñas máximas o aforismos agrupadas por capítulos, El ocaso del pensamiento, (Editorial Tusquets, Colección Fábula), es otra muestra de desgarro y vitalidad, de tristeza con esperanza, de canto al sentimiento frente a la frialdad de la razón, de lo humano frente a un destino, del que se tiene miedo, por incierto.
Leido a tacitas, es como mejor se obtiene la sustancia de un texto, que como ya ocurriera En las cimas de la desesperación, enfrenta al lector desde su condicion humana y voluble, a las ajetreadas invectivas de una vida que todo te lo da y todo te lo puede quitar.
Para reflexionar, para sentir, para llorar, pero también para entender el sentido que tiene ese filo en el que permanentemente vivimos y que llamamos existencia.
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